Ángel Amaro (2012)
La
falocracia prima un órgano por encima del otro, una práctica por
encima de otras, una identidad por encimas de las demás. El hetero
biovarón con falo, penetrador y masculino será la materialización
del neopatriarcado en el régimen falocrático.
En
los entresijos de la postmodernidad líquida el régimen ultraliberal
redobla sus esfuerzos por presentarnos un “patriarcado soft” o,
como bien apunta Alicia Puleo, un “patriarcado de consentimiento”.
Un sistema sexo-género más injusto e inhumano que cualquier otro
pero con mejor presencia, de cuello blanco.
Cuando
la mirada masculina es el centro de lo Social estamos ante el
androcentrismo. Un canon masculinista que se convierte en parámetro
o vara de medir. Este androcentrismo que etiqueta y cosifica, se
desenvuelve en un contexto heterosexista (presunción de
heterosexualidad obligatoria), al mismo tiempo que falocrático
(mirada fálica como canon y parámetro que evalúa y binariza).
La
falocracia prima un órgano por encima del otro, una práctica por
encima de otras, una identidad por encimas de las demás. El hetero
biovarón con falo, penetrador y masculino será la materialización
del neopatriarcado en el régimen falocrático. La falocracia
invisibiliza ciertos órganos y empodera otros; estigmatiza unos y
sobredimensiona el pene. Es la falocracia la que otorga un estatus al
pene por encima de la vagina, al semen por encima del flujo vaginal,
al glande por encima del clítoris, al prepucio por encima del himen
y a los testículos por encima de los ovarios.
El
neopatriarcado hace de la eyaculación femenina un tabú, sólo
evidente para las ninfómanas; convierte a la masturbación femenina
en una práctica incompatible con el hecho de tener pareja; reduce el
aparato sexual de las mujeres a un aparato reproductor propenso a
repesiones de legislaciones de turno y moralinas de la Iglesia. Negar
el derecho a decidir de las mujeres es el mayor exponente del régimen
falocrático.
La
batuta coordina, el pináculo se erige, la fuente ensalza, la porra
atiza, la tiza apunta, la regla amenaza, el bastón impone, la
columna romana rememora… Estamos rodeados cotidianamente de formas
fálicas, marketing y elementos falocráticos que los tenemos
(generalmente) interiorizados como habituales o socialmente
aceptados.
El
Imperio Romano levantó columnas en homenaje a los emperadores y sus
hazañas, la Iglesia erigió iglesias que se levantaban al cielo con
el fin de alcanzar la inmesidad del Reino de los Cielos, el
capitalista construye inmensos rascacielos como símbolo de su poder
económico, en los parques de las grandes plazas hay potentes chorros
de agua que emanan de las fuentes en posición vertical levantándose
varios metros y transmitiendo poder, etc.
La
falocracia históricamente atribuyó poder/control al falo del hetero
biovarón y sumisión/pasividad al resto de órganos (vagina, ano y
boca). Expresiones como “que te den por culo”, “que te follen”,
“vamos de culo”… son el vivo ejemplo de que la falocracia
estigmatiza el sexo anal y el uso sexual que se pueda hacer del ano.
Asimismo pasiviza la vagina y reduce a las mujeres a meros objetos
sexuales destinados a satisfacer “la infinita actividad sexual”
del falo propiedad del hetero biovarón blanco, occidental, masculino
y penetrador.
El
porno es falocrático (de ahí la aparición del postporno y la
deconstrucción crítica que se hace del mismo) porque el pene y la
actividad de éste es el que marca el climax de las escenas, la
ciencia es falocrática porque es androcentrista y tiene una mirada
masculinista, y como no… la publicidad es falocrática porque busca
legitimar el canon binarista y castrar la emancipación sexual de las
mujeres vendiéndoles cortinas de humo en un manipulado contexto de
“liberación sexual”.
El
consumismo cae en tópicos sexistas para atraer la mirada del hetero
biovarón y recordarle que tiene privilegios biológicos que
legitiman cierto estatus quo. La falocracia explica por qué se ve
tan mal la ninfomanía, por qué hay gente que culpabiliza a las
mujeres en caso de violación, por qué hay quien defiende la trata
de personas con fines de explotación sexual, por qué hay quien
practica la ablación del clítoris a niñas de diez años, por qué
las mujeres siempre tienen que mear sentadas, por qué los condones
femeninos son tan poco comercializados, por qué las vaginas siempre
están legisladas por códigos penales y los penes no, etc.
En
este patriarcado de consentimiento de nada sirve subirse encima de
unos tacones si la falocracia se sube en encima de ti y la llevas
cargando encima de un lado para otro como una losa bien pesada.
Los
valores falocráticos estigmatizan la sexualidad y cuerpos de las
mujeres y algunos hombres (no nos olvidemos que los hombres que
manifiestan tener actividad sexual anal también son víctimas de la
falocracia por “dinamitar” e ir en contra de los “intereses”
del falo del hetero biovarón masculino y penetrador).Se puede decir,
muy a mi pesar, que el neopatriarcado está asentado en cimientos
demasiado sólidos que dificilmente podrán ser aniquilados si no es
con un trabajo latente y de largo de recorrido. Sólo una praxis
feminista, desde la unidad de acción, podrá dilapidar y deconstruir
los valores falocráticos, binaristas, heterosexistas y
androcentristas que nutren y dan vida al neopatriarcado del presente.
Fuente: Pikara Magazine