Ángel Amaro
Palabras
clave:
Patriarcado Ilustrado, Proyecto Ilustrado, feminicidio,
ecocidio y cosificación
Resumen:
El
Proyecto Ilustrado supuso una transformación radical en la sociedad
occidental del siglo XVIII. La conceptualización de los
derechos humanos y la ciudadanía abrió un nuevo horizonte de
posibilidades que - lejos de romper con el patriarcado - reforzó de
alguna manera los pilares de la sociedad antropocéntrica y
androcéntrica; cristalizando la Modernidad como un proyecto
cosificador y homogeneizador (las No-Luces). Desde finales del
siglo XVIII hasta principios del siglo XIX se van institucionalizando
los principios positivistas, darwinistas y desarrollistas dando lugar
a urbanismos ecocidas y androcéntricos, economías especistas y
eurocéntricas, y modelos de sociedad insostenibles. La Constitución
de Estados Unidos (1787) y la Constitución de
Francia (1791) suponen dos hitos en la historia del
constitucionalismo y vertebración de los Estados-Nación
patriarcales capitalistas. Es sumamente importante analizar desde una
sociología crítica feminista como aborda y dimensiona la
legislación ilustrada y la academia decimonónica a las mujeres, las
minorías étnicas y la naturaleza no-humana.
1.
Introducción:
El Siglo
de las Luces (finales del s. XVII – Revolución
Francesa) - popularmente conocido como La
Ilustración - fue un período histórico cultural y sociopolítico
caracterizado por la fe ciega en la razón
(racionalismo y heliocentrismo). Una propuesta de cambio estructural
que se proponía erradicar la fe ciega en la
religión (teocentrismo y geocentrismo) y sentar las bases del Estado
Moderno centralista y contractualista (Constitución Liberal).
En
este proceso de cambio social es sumamente importante tomar como
referencia la publicación en 1751 de L'Encyclopédie (Denis
Diderot y Jean d'Alembert) y la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano (1789). Dos hitos históricos que
marcarán un antes y un después en La Ilustración ya que se
conceptualizan los derechos humanos y la ciudadanía; emergen las
ciencias sociales en la vertebración del nuevo Estado Moderno (orden
público, civismo, higienismo social, tratados de buena conducta,
etc.)
En
este sentido - pese a la transformación evidente y cambio sistémico
- no debemos obviar que desde una perspectiva sociológica crítica y
feminista es sumamente importante comprender el contexto
sociopolítico de La Ilustración y realizar de manera constructiva y
científica todas las autocríticas necesarias (no cayendo en
binarismos “anti” o “pro” Ilustración). Podemos hablar
de No-Luces o Patriarcado Ilustrado para
referirnos a la mutación estructural que se materializa
simbólicamente en el guillotinamiento de Olympe de Gouges el 3 de
noviembre de 1793. Escritora y política francesa implicada
activamente en la defensa de la diversidad de la ciudadanía y la
universalización de los derechos humanos a las mujeres, las
minorías étnicas, la naturaleza, etc.
Asesinar
desde el moderno Estado-Nación (post-Antiguo Régimen) a la
redactora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de
la Ciudadana pone en evidencia que entre ideas
racionalistas, positivistas y progresistas cohabitaban lógicas,
posicionamientos y propuestas androcentristas (feminicidas) y
antropocéntricas (ecocidas). Un proyecto ilustrado marcado por el
masculinismo y la falocracia binarista privado/público,
mujer/hombre, pasivo/activo, etc.
Desde
esta lógica antropocéntrica y androcéntrica el varón ciudadano y
propietario se convierte en pilar fundamental del nuevo escenario
racionalista y positivista. Un actor social denominado “homo
œconomicus” (John Stuart Mill,1836) que encuentra respaldo desde
las instituciones y la academia para domesticar, cosificar y
controlar a humanos (mujeres, minorías étnicas y sexuales, etc.) y
no-humanos (animales, naturaleza, etc.)
2.
Planteamiento sociológico:
“La
ciencia moderna articulada alrededor de la mecánica newtoniana, que
explicaba el mundo como enorme maquinaria previsible, daba carácter
científico a la vieja creencia bíblica del ser humano como centro
del mundo, y consolidaba la percepción de la naturaleza como un
enorme almacén de recursos a su servicio. El antropocentrismo
quedaba legitimado por la ciencia naciente y dado que el relato de la
realidad dominante lo establecían los hombres, en realidad
constituía una visión androcentrista”, Yayo
Herrero y Marta Pascual (2010)
El
devenir falocéntrico (predominio y canon sexista) de La
Ilustración se expande por todas las esferas
(institucional, familiar, academia, social, etc.) y es sustrato del
pensamiento occidental Moderno. La
aparición del hombre moderno y ciudadano ocupa la
esfera pública obviando los procesos de la reproducción social de
la vida (economía de cuidados, ciclos de la naturaleza,
biodiversidad, culturas ancestrales, pueblos minorizados, etc.). De
esta forma cosifica a sus semejantes y su entorno fomentando el
binarismo naturaleza-cultura (la otredad considerada
como lo exótico, incivilizado, inmoral o salvaje). A la mujer se la
considera “infantil y no racional”, al migrante se le tacha de
“salvaje y exótico” y a la naturaleza se la percibe “indómita
y virgen”.
De
esta forma vemos que los conocimientos, las corrientes de pensamiento
y el avance de las ciencias van avanzando y legitimando un Proyecto
Ilustrado antropocéntrico y androcéntrico que estigmatiza los
saberes y conocimientos no institucionalizados, cosifica a las
mujeres y domestica a la naturaleza y los animales no-humanos en aras
del progreso y la modernidad.
2.1.
Educación y moral al servicio del Patriarcado Ilustrado
Jean-Jacques
Rousseau (1712-1778) es clave en la consolidación de una pedagogía
patriarcal de estado. Toda una serie de planteamientos y propuestas
específicas que en “Julieta o la Nueva Eloísa” (1761) y en el
“Emilio o de la Educación” (1762) presenta sobre la educación y
la socialización etapista perfecta del hombre y la mujer de cara a
la vertebración pública del consenso social, “El Contrato Social”
(1762).
La
pedagogía machista impregna La Ilustración. Reflejo de ello es que
de las cinco libros que configuran el “Emilio o de la Educación”
(1762), sólo el Libro V se centra en la educación de las mujeres.
Haciéndolo dentro de un título sexista y paternalista: “Libro V
(Adultez, matrimonio, familia y educación de las mujeres)”. El
Proyecto Ilustrado plantea la domesticación de la naturaleza, las
minorías y las mujeres para el óptimo funcionamiento del Contrato
Social y la racionalización de la economía y los sectores
productivos clave. En este sentido la mujer es cosificada y reducida
a máquina utilitarista al servicio del Patriarcado Ilustrado (mujer
cuidadora, mujer reproductora, mujer sumisa). La mujer queda atada
epistomológicamente a la naturaleza y una condición no-ciudadana de
sujeto no-racional, no-pensante. En el Libro V “Sofía o la Mujer”
queda muy clara la propuesta de Rousseau: “estando sujeta
al juicio de los hombres, debe ser merecedora de aprecio, sobre todo
del de su marido; no solamente debe ser su persona la causa de
aprecio, sino también su conducta; ante el público debe justificar
la elección de su marido y honrarle con el honor que le rindan a
ella. Ahora bien, ¿cómo llevará a cabo todo esto si
ignora nuestras instituciones, nuestras usanzas y nuestro bien
parecer, y no conoce la fuente de los juicios humanos ni las
pasiones que las determinan?” (el subrayado es mío). Se
ve claramente que el proyecto pedagógico androcéntrico es
asimilacionista y masculinista, partiendo desde una óptica
falocrática de dominación y modelado, de socialización patriarcal.
2.2.
Cosificación y aparición del panóptico: liberalismo y ecocidio
En
1791 Jeremy Bentham - por encargo del rey Jorge III - diseña un
modelo de cárcel utilitarista y rentable en relación a criterios
economicistas, de control y vigilancia extrema. Este diseño
“vanguardista” (óptimo en la técnica de observación total de
los sujetos recluídos) será rápidamente asimilado y adaptado a la
sanidad, la educación y el ejército. La hipervigilancia panóptica
y la pedagogía cosificadora del control extremo serán extrapoladas
a la Escuela, el Manicomio, el Cuartel, el Sanatorio, etc.
Desde
el libre mercado y el positivismo radical se tiene fe ciega en el
racionalismo que hace uso del biopoder para generar nuevas
estructuras. La arquitectura y el urbanismo también se convirtieron
en paradigmas del panóptico a la hora de ordenar el territorio y las
ciudades. Apelando a la higiene, el orden público y la circulación
se llevaron a cabo numerosos planes racionalistas que redefinieron
las ciudades al servicio del estado-nación androcéntrico y
ecocidio. Ejemplo de ello es el “Plan Haussmann” (1852) que con
la apertura de grandes avenidas y la proliferación de plazas
faraónicas no buscaba otra cosa que la privatización del espacio,
la glorificación de los líderes mediante estatuas y bustos, la
guetificación de las minorías y la represión de la protesta
social. El urbanismo patriarcal definido en relación al “homo
economicus” siguiendo un canon patriarcal que diseña el espacio
público para ser ocupado por el varón ciudadano y
productor. Las ciudades se redefinen para ser transitadas
pero no habitadas, para ser ocupadas pero no sustentables y vivibles.
Durante
toda la etapa de ensanches burgueses y revolución urbanística del
siglo XVIII las mujeres no participan en igualdad de oportunidades
(directamente no se las deja participar) para definir el espacio
público, diseñar las políticas urbanísticas y poder abandonar el
espacio doméstico ya que no se tenía en cuenta (ni se tiene) la
esfera reproductiva de la vida social.
Urbanismo
y sexismo se dan la mano desde la Antigüedad Clásica. Se puede
apreciar la relación entre racionalismo neoclásico, arquitectura y
anatomía en la obra de Leonardo da Vinci “El Hombre de Vitrubio”
(1487). Obra artística que transmite las dimensiones equilibradas y
racionales de la anatomía del Hombre, todo un canto al racionalismo
y a la Antigüedad Clásica que toma al Hombre como canon y paradigma
de la perfección. En este sentido cabe resaltar que Marco Vitruvio
Polión fue un arquitecto y tratadista de la Roma de Julio César.
Los cánones de la arquitectura trasladados al cuerpo generan una
simbiosis racionalista de cosificación y binarismo a semejanza de la
que existía en la Grecia y Roma clásicas.
2.3.
Ciencias Sociales y conocimiento institucionalizado: el caso de la
histeria
Cuando
la Revolución Francesa irrumpe en el siglo XVIII transformando
radicalmente las estructuras de poder y liquidando las lógicas del
Antiguo Régimen la ciencia se pone manos a la obra para comprender,
analizar y explicar todos y cada uno de los cambios producidos: los
fenómenos sociales, los nuevos actores sociales, los conflictos y
sus causas, etc. Psicología social, demografía, geografía,
sociología, etc. surgen o se transforman radicalmente para dar
respuestas y, como no, ser legitimadores desde el ámbito académico
de las nuevas reformas y propuestas racionalistas. Sobra ver a modo
de ejemplo la frase dicha por el fundador de la sociología Auguste
Comte (1824): “Las mujeres viven en una infancia
perpetua”. Se justifica así sociológicamente desde las
ciencias sociales la condición natural de la
no-ciudadana. La mujer no-productiva (esfera pública) y
reproductora (esfera doméstica) recluída en el hogar (gobernada por
el legislador, controlada por el marido y estudiada por el
científico). Un
ejemplo muy conocido por androcéntrico y sexista es el caso de la
histeria. Concepto que proviene del griego ὑστέρα
(útero), se mantuvo vigente hasta el siglo XIX como “paroxismo
histérico” diagnosticado como enfermedad en la medicina
occidental.
Dese
la antigua Grecia se venía arrastrando por todas las ramas del saber
institucionalizado la idea de que “el útero deambula por el
cuerpo de la mujer, causando enfermedades a la víctima cuando llega
al pecho”. Desconocedores del cuerpo de la mujer y la
sexualidad femenina, luego teóricos de una ginecología
androcéntrica, los científicos diagnosticaban “un amplio
abanico de síntomas, que incluían desfallecimientos, insomnio,
retención de fluidos, pesadez abdominal, espasmos musculares,
respiración entrecortada, irritabilidad, fuertes dolores de cabeza,
pérdida de apetito y «tendencia a causar problemas»” (profesor
Jean-Martin Charcot, 1886).
Creadas
las ciencias sociales, las corrientes de pensamiento y teorizadas las
propuestas académicas; se pasó a una segunda fase desde finales del
siglo XVIII (hasta finales del siglo XIX) de creación y
proliferación de instituciones y fundaciones legitimadoras de todo
ese conocimiento darwinista, positivista y funcionalista; de todas
esas propuestas en las que el antropocentrismo, el androcentrismo y
el etnocentrismo eran el sustrato ideológico. Instituciones del
Norte capitalista y urbanista que describían al Sur
(desarrollado/subdesarrollado), definían a las mujeres
(ciudadano/mujer) y teorizaban sobre las etnias (salvaje/civilizado).
Las
ciencias sociales albergaban en su génesis una doble vertiente
(legitimadora y emancipatoria) que hasta finales del siglo XIX se
redujo a una visión monocausal, lineal y parcial de la realidad
social que sólo buscaba no alterar el status quo establecido.
¿Sentar las bases de los estados-nación liberales o propiciar otro
cambio de paradigma revolucionario?
En
esta faceta cosificadora y explicativa se obvió la actitud y
dimensión emancipatoria que podría tener en su génesis toda
ciencia social, pero la ideología funcionalista, positivista y
darwinista (mediados del siglo XIX) empapaba todas y cada una de las
ciencias sociales. Por esta razón se estigmatizaba el conflicto y el
apoyo mutuo en sociología, se obviaba la educación feminista en
pedagogía, se tenía mayoritariamente una óptica etnocentrista y
colonialista en antropología, se cosificaba a las minorías sexuales
en psicología y psiquiatría, y se cartografiaba a la naturaleza de
manera mecanicista en geografía. Todo un conjunto de dispositivos
académicos e investigadores al servicio de la mecanización, el
automatismo y el desarrollismo del modelo depredador capitalista y
patriarcal.
Tampoco
es azaroso que la inmensa mayoría de las fundaciones e instituciones
académicas que ejercen presión y control en la agenda internacional
surgiesen en los Estados Unidos de Norte América. La acumulación
del capital fue de la mano de la acumulación del conocimiento
académico y en la institucionalización de un perfil concreto de
saberes y disciplinas al servicio del status quo dominante. Todo ello
asociado al reconocimiento y prestigio que mayoritariamente tenían
los hombres como directivos, investigadores, financiadores,
catedráticos y profesionales del conocimiento que controlaban la
opinión pública, los medios de producción y las redes formales del
academicismo.
3.
Discusión:
“Hay
una nueva ignorancia ligada al desarrollismo de la ciencia, hay una
nueva ceguera ligada al uso degradado de la razón, las amenazas más
graves que enfrenta la humanidad están ligadas al progreso ciego e
incontrolado del conocimiento. Es necesario tomar conciencia de la
naturaleza y de las consecuencias de los paradigmas que mutilan el
conocimiento y desfiguran la realidad”, Edgar
Morin (2003)
En
el contexto actual de posmodernidad (Jean
Baudrillard, 1997) o modernidad líquida (Zygmunt
Bauman, 1999) la sociología crítica y feminista tiene mucho que
aportar a esta crisis civilizatoria que estamos viviendo actualmente.
No se trata de enterrar la Modernidad y dar un salto al vacío a la
Postmodernidad, sino más bien todo lo contrario. Desde una óptica
feminista y ecologista caminar hacia la constitución de otra
Modernidad posible y vivible, postdesarrollista y postcolonialista.
Desenmarañar los entresijos de la Ilustración y el Proyecto
Ilustrado para extraer buenas prácticas y malas prácticas, para no
caer en el racionalismo tecnocrático o el romanticismo relativo.
Entre
las Luces cohabitaron No-Luces, eso es una realidad, pero no se el
único objetivo de la sociología crítica reducir el análisis a la
explicación multicausal y descriptiva, sino que también se debe
pasar a la transformación, la proposición y la acción. No cayendo
en binarismos sociológicos que tienden a la inacción y el conflicto
paralizante: razón/emoción, teoría/praxis,
modernidad/postmodernidad, cuantitativo/cualitativo, etc.
Para
llegar al postdesarrollo y el decrecimiento se debe desmontar
teóricamente todo el sustrato que desde las No-Luces fueron
caldo de cultivo para las lógicas desarrollistas, acumulativas,
antropocéntricas, capitalistas, depredadoras del medio y, por tanto,
ecocidas.
Y
para conquistar la igualdad real entre hombres y mujeres, y acabar de
esta manera con el patriarcado, se debe desmontar también desde la
teoría y la academia todo el sustrato que desde las No-Luces
legitimaron el binarismo de género, el masculinismo falocrático, la
invisibilización de la economía de los cuidados, el androcentrismo
y el heterocentrismo. Las violencias patriarcales y el patriarcado en
su conjunto, se adaptó tras la caída del Antiguo Régimen a la
sombra de la Ilustración dando lugar a las No-Luces.
Todo
un trabajo ambicioso e interdisciplinar para logar despatriarcalizar
la Ilustración sin destruir las propuestas humanistas y éticas que
se vertebraron desde finales del siglo XVIII. No es una tarea
sencilla, pero sí una labor sumamente revolucionaria que no debe
llevarnos a la alienación o el relativismo, sino todo lo contrario:
caminar hacia adelante con autocrítica pero “a hombros
de gigantes” (Bernardo
de Chartres).
4.
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