[original
publicado en galego el 24 de enero de 2017 en revista Fouce, SLG]
Desde
un tiempo a esta parte se viene hablando mucho sobre las diversas
estrategias de visibilización y asimilación que experimentó la
comunidad LGTBI en diversos campos, principalmente en el mediático.
En apenas 10 años la cosificación identitaria que los medios de
comunicación hicieron de la sexodiversidad fue tan orquestrada y
acelerada que ahora ya resulta excesivamente complejo darse cuenta de
los diversos estereotipos que se vinieron explotando y potenciando.
Multitud
de connotaciones binarias y sensacionalistas que constriñen y
limitan una realidad LGTBI diversa y compleja. Casi el 90% de la
visibilización existente está protagonizada por hombres cis,
caucásicos, con empleos cool,
con cuerpos normativos y vidas urbanitas. Así es, vidas glamourosas
y exitosas que se desenvuelven en el interior de las urbes.
Desurbanizar
la realidad y referencias LGTBI pasa por alejarnos del modelo
hegemónico que se nos exporta desde Bruselas, las pasarelas de moda,
Mediaset, Madrid, la publicidad sexista, el IBEX 35, Eurovisión, y
por que no... Chueca. Estamos ante todo un conglomerado de espacios y
grupos de presión que redefinen constantemente cual es el modelo a
seguir para las personas LGTBI. Barrios tematizados, consumismo
desenfrenado, fiestas privadas y selectas, ropa cara,
turistificación, vigorexia, clasismo y, como no, racismo. Estamos
ante lo que el activismo transfeminista denominó hace tiempo como
'capitalismo rosa'. Es decir, la globalización de un modelo estándar
y extrapolable en todo momento y lugar; sin tener en cuenta la
idiosincrasia, otras diversidades, etc.
Y
bien, en esta ecuación capitalista, gaycéntrica
y
urbanita, ¿qué pintamos las personas LGTBI gallegas? Es más, ¿qué
papel tenemos las personas que, de forma temporal o permanente,
habitamos el rural? ¿qué tipo de referencias rurales tenemos, o
podemos construír, en este contexto? ¿de qué forma se visibiliza
la realidad LGTBI rural en los medios de comunicación? Muchos
interrogantes y muchos debates que se solapan.
Yo,
gay precario del rural, cada vez tengo más claro que debemos hacer
un esfuerzo por evitar la chuequización
de
nuestras vidas en este país. Porque el 'capitalismo rosa' no está
muy desarrollado en Galiza, pero estos procesos de colonización y
asimilación nunca se desactivan esperando momentos mejores. No
debemos olvidar que las empresas que hacen negocio con la cuestión
LGTBI están muy interesadas en que el rural no tenga futuro. No vaya
a ser que habitar el rural fomente la creación de estilos de vida
críticos con la lógica neoliberal y entre en crisis el negocio del
siglo: la tematización de nuestras identidades sexuales.
El
modelo a seguir e imitar es el de la ciudad masificada, consumista e
individualista. ¿Acaso creéis que el certamen Mr
Gay World se
hace pensando en los hombres con cuerpos no normativos que, además,
habitan en el rural? ¿creéis que el evento World
Pride está
preocupado por el comercio local y las nuevas formas de habitar el
rural en Galiza? Obviamente no. El 'capitalismo rosa' ignora la
realidad LGTBI rural porque no contempla el rural como una
posibilidad. Por eso nosotr*s, LGTBI rurales, somos tachad*s de
ilus*s, ingenu*s o frikis por el simple hecho de plantear otras
formas de enunciarnos fuera de las ciudades y de las metrópolis.
Las
personas LGTBI no urbanitas que defendemos un rural diverso y con
futuro debemos poner en valor otras referencias y vivencias LGTBI
alternativas al canon
gayfriendly. Otras
formas de ser LGTBI que, hasta ahora, están siendo invisibilizadas
por el relato oficial. Desurbanizar
la realidad LGTBI pasa por no invisibilizar buenas prácticas que
para much*s de nosotr*s tienen un rol protagónico en nuestra agenda
militante: el trueque, el cuidado, el cooperativismo, la vida en
comunidad, el decrecimiento, los saberes populares, el reciclaje, la
convivencia intergeneracional y, como no, la defensa del patrimonio.
Porque sí, la chuequización
nos
desgalleguiza en todos los
niveles y no ayuda a normalizar la vida cotidiana de agricultor*s,
ganader*s, pescador*s y gentes del rural que no son/somos
heterosexuales. No olvidemos que lo que no se ve no existe, y parece
ser que sólo existe el modelo Mediaset. Estamos ante un doble
armario que debemos romper: el LGTBI y el rural. De
nosotr*s depende que se socialice la idea de que en el rural siempre
hubo gente LGTBI. Que el rural siempre fue diverso y abierto al
mundo.
Alejarnos de la ruralfobia
es
un eje prioritario para nosotr*s, así como hablar de sexualidades
disidentes más allá de las fronteras de la ciudad y visibilizarnos
como rurales LGTBI que somos. Hay que dejar bien claro que la ciudad
no es la panacea, que Chueca no es el paraíso y que no hay un sólo
modelo de Orgullo.
No debemos olvidar, compas de la trinchera sexodiversa, que es
posible y urgente crear y potenciar nuestro propio imaginario rural;
gallego y en gallego. Porque no debemos elegir entre ser LGTBI o ser
rural; entre desenvolver una identidad afectivo-sexual o una
identidad cultural.
Aquí
y ahora... transmaribibolleras
del
rural por unas aldeas diversas!